El inicio de Brena the cabin, cabaña pasiega

Han pasado dos años desde que decidiéramos dar este paso en nuestras vidas, probablemente el más importante hasta la fecha; comprar una cabaña pasiega y reformarla para poder ser habitada. Os contamos el inicio de Brena the cabin.

Algunos no sabréis lo que es una cabaña pasiega, lo mismo nos pasó a nosotros cuando escuchamos hablar de ellas por primera vez. Era febrero de 2020 y habíamos decido pasar un fin de semana en los Valles Pasiegos, en Cantabria. Una zona completamente nueva para nosotros que esperábamos disfrutar al máximo.

Elegimos una casa rural para pasar esos días. La ubicación tenía unas vistas preciosas, un valle infinito rodeado de rocosas montañas que convertían aquel escenario digno de una postal. Salimos a explorar los alrededores y pronto nos dimos cuenta que el entorno en el que nos encontrábamos estaba lleno de pequeñas cabañas de piedra que tenían idénticas características y que juntas formaban una espectacular malla física.

Hicimos una rápida búsqueda en Google y encontramos que esas cabañas se denominaban Cabañas Pasiegas, miles de pequeñas construcciones con siglos de historia que habían quedado abandonadas en casi su totalidad. Construidas por los pastores de las altas cumbres, sirvieron como refugio de las familias ganaderas en Cantabria durante cientos de años y por tanto, muy vinculadas no sólo a dicha actividad sino a todo un modo de vida.

Cada kilómetro que recorríamos reafirmaba nuestras primeras impresiones de que los valles en los que nos encontrábamos eran un lugar único, un lugar especial donde la calma, el aire puro y limpio y la convivencia con la naturaleza nos dejaba una sensación tan indescriptible que de alguna manera, queríamos volver a sentir, pero no solo una vez, sino en muchas más ocasiones.

Ese idílico fin de semana nos abrió los ojos para pensar sobre el proyecto de vida que queríamos seguir. Siempre hemos teorizado sobre los pros y contras de vivir en una ciudad grande como Madrid y las posibilidades de volver al medio rural del que salimos no hace muchos años. Pero la vida pasa deprisa y la rueda de hámster en la que estamos metidos no nos permite pararnos a pensar más allá de lo que haremos el próximo fin de semana o en las vacaciones del siguiente verano.

Lo habíamos decidido, compraríamos una de aquellas cabañas pasiegas, la reformaríamos y la convertiríamos en un hogar. Comenzaba la difícil tarea de encontrar la cabaña y que esta se ubicase en un lugar de fácil acceso y excepcionales vistas.

Durante meses nos pasamos horas y horas buscando la cabaña ideal, no resultaba fácil. Lo único que sabíamos es que tenía que estar ubicada en la zona que habíamos visitado aquel fin de semana de febrero.

Hicimos una lista de aquellas que más nos encajaban y fijamos una fecha para poder visitarlas, llamamos a los propietarios o inmobiliarias encargadas de su venta y acordamos lugar y hora.

Era ya octubre de 2020, estábamos en pandemia pero con restricciones lo suficientemente laxas para permitirnos cambiar de comunidad autónoma. Fue un fin de semana duro, pero entusiasmante. Vimos alrededor de 15 cabañas, cada una con sus pros y sus contras, si no era por el elevado precio, era por su difícil acceso, si no era por su pequeño tamaño, era por su lamentable estado, pero no perdíamos la esperanza. Disfrutamos visitando cada una de ellas, la belleza del paisaje en el que se encontraban y las historias que escondían tantos años de existencia.

Y cuando solo nos quedaba una por visitar, cuando en ese momento llovía sin cesar y la escasa visibilidad de las rocosas montañas que se encontraban en frente apenas nos dejaba percibirlas, la encontramos. No es mucho exagerar si decimos que los dos sentimos ese flechazo o amor a primera vista, ese momento en el que nos miramos y dijimos: esta es.